Las pérdidas importantes en la infancia y la adolescencia, son un factor de riesgo, que puede favorecer el desarrollo de problemas o trastornos psiquiátricos(irritabilidad, insomnio, problemas del comportamiento…), hasta en un 40% de los casos.
El menor, necesita mucho más apoyo que un adulto, ante estas situaciones, por su inmadurez afectiva.
El papel del adulto, es favorecer un entorno seguro, que ayude a ocupar el lugar de lo que ya no está, y la vuelta a la rutina diaria, evitando futuras vulnerabilidades. El acompañamiento, proporcionará contención y una defensa externa, para la elaboración del duelo.